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    marzo 29, 2024 | 7:05

    ¿En serio, señor presidente? ¡Ya basta!

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    El viejo jacarandoso y ojo alegre arribó a Chihuahua en la gira del agradecimiento. Su estancia sirvió para conocer, más a detalle, el infierno que le espera a la entidad y a Ciudad Juárez si no se llega a un acuerdo político realista y objetivo.

    Si como abraza y besa a las mujeres jóvenes, respondiera a la problemática que le plantean los chihuahuenses, cada vez que viene de visita, el Peje sería desde ya el mejor presidente de México.

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    El doble diálogo del futuro presidente sirve para dilucidar lo que ya está ocurriendo en el círculo del poder político chihuahuense. Andrés Manuel López Obrador es, como dijera el futuro vocero de la presidencia de la república, Jesús Ramírez Cuevas, el mejor comunicador y el mejor informado de México.

    El acervo informativo con el que cuenta el futuro gobernante, es revelador. No se basa en ‘comentarios’, ‘en fuentes confiables o dignas de crédito’, ni ‘en versiones platicadas en restaurantes de moda’, sino en realidades bien fundamentadas, signadas por los organismos federales que se encargan de sondear los posibles riesgos que existen en el país y cuyos informantes son los mismos funcionarios que rodean a los gobernantes.

    Los saludos oficiales, los apretones de manos, los acercamientos al oído que se brindan los gobernantes chihuahuenses, no modifican la ruta marcada por el nuevo gobierno.

    Las risas, las bromas, las palabras melosas, las selfis son el ‘yupi yupi’ de la política. Esa es la parte cortés del proyecto de gobierno, pero en la ‘libretita’ de López Obrador aparece el Chihuahua real, el Juárez real; ya no es el trochil individual de nuestros políticos, sino la caja de cristal que está siendo observada por López Obrador y parte de su equipo.

    Sería infantil pensar que Juan Carlos Loera de la Rosa, el súper delegado de AMLO, es el escribano que transmite las capsulas informativas confidenciales y objetivas para que se anoten en la libretita del próximo presidente de México. El diputado federal es el perfecto arlequín de las fiestas de adultos…es el hazmerreír de la política chihuahuense, chiquiteado –literalmente- por el gobernador Corral y doblegado por alcalde fronterizo, Armando Cabada.

    Ambos lo han mareado, porque para eso, el súperdelegado, se pinta solo. No le dicen el Lord Moches por un imprudencial mote, sino es su justa descripción. ¡Resultó centavero!

    Aún no se sienta en la silla de la súperdelegación y su visión ya está concentrada en una maquiavélica sucesión política que, ingenuamente, lo ubica como uno de los alfiles de la carrera gubernamental del 2021.

    Ese juego macabro de quedar bien con los actores políticos de otros partidos, incluyendo a los solitarios independientes, es una traición a los que todavía creen en el proyecto de Morena.

    Se traiciona el ideal porque el juego, en este momento, no es político electoral, sino político social. Estamos en un hoyo profundo por tanta corrupción y ratería; nos están ahogando los problemas sociales, económicos y delictivos.

    Cuando todo esto ocurre, el súperdelegado se da ‘acostones’ políticos con los emisarios de tanto desmadre en la entidad y en Ciudad Juárez.

    Tengo días escuchando banales discusiones de quién fue el que invitó a Cabada al templete que se montó para recibir a López Obrador en la ciudad de Chihuahua.

    Argumentos van y argumentos vienen. No hay duda alguna, fue Loera de la Rosa. No pudo ser otro, nadie más tenía la facultad de subir y bajar políticos. El súperdelegado fifi le prometió subir al Olimpo político para que saludara al nuevo Zeus, pero no le garantizó que su estancia sería grata, libre de los gritos de ¡asesino!, ¡espurio! y ¡corrupto!

    Loera lo subió porque tiene tiempo jugando un juego perverso que fue el que le quitó el triunfo a Morena en Ciudad Juárez en la pasada contienda electoral. Es el súperdelegado el que ha paseado en México a Cabada, el que lo mete aquí y allá para que se ajuste al modelo morenista y pueda jugar en la elección que sigue.

    Me da escozor el solo hecho de pensar lo que los columnistas, de buena o mala fe, muchos de ellos afines a Loera de la Rosa, están divulgado en sus análisis políticos. La sola referencia de que hay tres candidatos visibles para la gubernatura estatal en el 2021 nos debe de preocupar a todos. Imagine usted: el senador tranza, corrupto hasta las cachas, Cruz Pérez Cuellar; el abucheado y desaseado alcalde de Juárez, Armando Cabada; y el enigmático y enredista súperdelegado de AMLO, Juan Carlos Loera de la Rosa.

    Entonces la reflexión nos aniquila, nos hunde. Es cuando nos preguntamos ¿qué mal hemos hecho para merecer ese futuro?

    La información en manos de López Obrador, no es simbólica, es real. De allí su cercanía fría con los ‘periodistas’ que gobiernan la entidad y Ciudad Juárez. No defendió la causa cuando una multitud coreaba contra Cabada en el mitin político de la ciudad de Chihuahua, en la llamada gira del agradecimiento de AMLO.

    Cabada bajó humillado del templete y se refugió entre las sombras de la vergüenza, atemorizado por el futuro. Porque las cosas ya no serán igual de aquí en adelante.

    Hace varias décadas, el ex presidente de México, Álvaro Obregón afirmó que “todos somos un poco ladrones”, refiriéndose a la corrupción generalizada que existía en aquella época de nuestro país. Han pasado décadas y la versión del sonorense sigue pesando en el ámbito de la función pública. Fue el mismo presidente el que afirmó que “ningún general aguanta un cañonazo de 50 mil pesos” (de aquellos).

    Infinidad de denuncias: actos de corrupción perfectamente tipificados; excesos en el ejercicio del poder; sospechas fundadas de ‘amarres’ con el crimen organizado; y aquí la regla no cambia, el tema se centra en un principio de elemental lógica: “si alguien lo sabe, estamos a un paso de que todos lo sepan”. Y muchas de esos secretos ya se saben, fluyen en medio de escándalos, por eso López Obrador advirtió que “todo eso se acabó”.

    El mensaje fue dirigido a los empresarios que están librando la sucia batalla de evadir impuestos. Y lo que es peor, de los inversionistas que han servido como comparsa de los gobiernos para hacer transas, para hacer negocios.

    La lista que será revisada en Chihuahua es amplia, muy amplia. Los ejemplos fluyen y fluyen todos los días. Donde se pone el dedo allí hay pus; la hediondez ronda en las estructuras políticas que nos rodean.

    Los excesos están a la vista, por eso López Obrador pendejeó, literalmente, a Javier Corral. Frente a los medios de comunicación, el famoso Peje asumió el control de la rueda de prensa y habló de los ‘diálogos con Corral’ como si el gobernante no estuviera presente. Apenas lo dejó empezar y terminar; mientras el gobernador hablaba, el tabasqueño miraba la estructura del antiguo recinto legislativo donde se celebró la rueda de prensa.

    En un gesto de cortesía Javier Corral informó, al principio de la rueda de prensa, que se tuvieron dos encuentros con López Obrador donde se tejió la agenda bilateral con el presidente electo de México.

    Corral, experto en montarse retóricamente, habló como si él fuera el presidente de la república, señaló que “tiene confianza en el nuevo gobierno”, como si su voz fuera el trueno moral que requiere México para darles el sentido de confianza a los políticos opositores.

    Ahora sí, dijo Corral, podremos entrar a Palacio Nacional y dialogar con el presidente de México. El ‘ahora sí’ volvió a tronar en el oído de López Obrador que, en silencio, pensaba que a su lado estaba un huevo, bohemio y corrupto que tiene que ser metido en cintura a partir del 1 de diciembre.

    Y razones hay para parecer un pavorreal. El gobernante Corral presentó al presidente electo las cartas credenciales de la política: 14 (y las que se acumulen esta semana) órdenes de aprehensión contra César Duarte; un ejército de ex priistas de poca monta en el Cereso estatal de San Guillermo; empresarios, afines y socios del descarado duartismo, bajo una persecución fiscal del Estado y algunos con órdenes de aprehensión por delitos relacionados con el saqueo del ex gobernador; y la joya de corona, el presidente de la república y sus cercanos, amparados contra cualquier orden de aprehensión que surja del gobierno de Chihuahua cuando ya no estén en el poder.

    Por eso observó a AMLO chiquito y orejón. Era algo así como la visita del abuelo soñador, querendón, ojo alegre, que visita la casa de los hijos y cuenta historias sorprendentes a los nietos.

    Entonces cobró sentido la frase de López Obrador: “Se decidió trabajar conjuntamente con el gobernador de Chihuahua, Javier Corral”, dijo AMLO, por el “bien del pueblo de Chihuahua”.

    López Obrador dispuesto a dialogar con el huevón de palacio, con el “poco gobernador para tan grande pueblo chihuahuense”, con el que ahora tiene encuentros, pero no acuerdos políticos…eso no se negociará a partir del 1 de diciembre.

    “Abrimos una etapa nueva para obrar con honestidad. Pondremos por delante la honestidad, que sea una forma de vida y una norma de gobierno; que los empresarios no apuesten a la defraudación fiscal; que los funcionarios públicos no apuesten a la corrupción…el que piense que va a seguir lo mismo se va a llevar un buen susto, se los aseguro”.

    Toneladas de denuncias ministeriales, debidamente documentadas en el Estado y en las instancias federales; testimonios grabados, videograbados y transmitidos “bajo el juramento de decir la verdad”; miles y miles de declaraciones impresas en páginas de papel periódico y revistas que, colocadas en hileras, taparían todo el patio del palacio estatal que Javier Corral ha convertido en un antro;

    Además de horas y horas de grabaciones en canales de Televisión y estaciones de radio; no se diga la gran cantidad de comentarios que se han vertido a través de las redes sociales del país y del mundo. Toda esa documentación, esos documentales, esas versiones periodísticas, tienen algo en común: la denuncia, la demostración de un México corrupto que se niega a morir.

    La suciedad enclavada en las entrañas sociales y gubernamentales, no morirá por el hecho de que un mesiánico político decrete el fin de un sistema corrupto.

    Nadie se asusta porque legalmente se prohíba ser corrupto en México. López Obrador, ingenuamente, cree lo contrario. La corrupción es un ejercicio boyante en el Estado de Chihuahua; es abierta, es notoria y está al alcance de muchos.

    ¿Por qué no pasa nada? ¿por qué sentimos que no hay justicia? Un ejemplo claro es el caso de Ficosec, que es la cuna de empresarios ladrones, cínicos. ¿Por qué nadie los investiga? Y la respuesta es obvia: porque es la ‘caja chica’ del gobierno, es el mecanismo menos complicado para resolver problemas de funcionarios públicos y de organizaciones afines que requieren apoyos y no pueden fluir por los métodos convencionales.

    ¿A poco el gobernador y Loera de la Rosa no saben que los empresarios de Ficosec, que por cierto, atienden también la Mesa de Seguridad y Justicia son una entidad corrompida al servicio del poder y con muchas dudas de los intereses que realmente representan? Y la respuesta es más que obvia.

    ¿Como interpretar la función que realiza el sucio diputado local, el Pichú, Gustavo de la Rosa Hickerson, que se ha convertido en el protector de ese grupo empresarial que lo ha mantenido económicamente en los últimos años?

    Se podrá poner en duda la santidad del Papa Francisco, pero que no se atente contra la figura del Pichú de la Rosa, porque Isabel Sánchez Quirarte, presidenta en turno de la Mesa de Seguridad, puede golpear al que se atreva a insultarlo.

    Entonces, ¿qué acción legal o moral puede imponer el gobernador Corral cuando sabemos que hay intereses que lo mueven a proteger Ficosec y la Mesa de Seguridad? ¿podrá el incapaz de Juan Carlos Loera de la Rosa atentar contra su tío y gurú político, ahora convertido en diputado de Morena, ferviente defensor de Ficosec y miembro honorario del Garufa?

    Por casos como el anterior y muchos otros más que podemos destacar, le expresamos al señor presidente de la república electo, Andrés Manuel López Obrador, que México, Chihuahua y Ciudad Juárez, no van a cambiar.

    Antes de que se dé ese cambio, se requiere urgentemente que se asuman posiciones viriles, enérgicas. De nada nos sirve que López Obrador hable de las maravillas que le esperan a Ciudad Juárez o amenace con el ¡ya basta! a los corruptos, si no hay la intención de hacer ‘algo’ contra la corrupción.

    Lo que deseamos escuchar es qué va a hacer con los corruptos que nos gobiernan en este momento. Como va a frenar la hueva que se carga el gobernador del Estado, sus actos ilegales disfrazados siempre de silencio y cinismo; cómo va a frenar al alcalde de Juárez que solo tiene ojos para negocios personales y que tiene la ciudad oscura y convertida en un chiquero; cómo va a frenar la guerra criminal que, aunque nadie lo diga, todos escuchamos versiones de que en ella participan las corporaciones policiacas en apoyo a los bandos criminales.

    ¿Cómo va a frenar los negocios que empieza a realizar Juan Carlos Loera de la Rosa, acusado de pedir moches a los diputados y gente cercana a Morena?

    Esperamos las respuestas puntuales.

    Rafael Navarro

    Periodista y Analista Político.

    Cualquier información enviada a mi correo y/o whatsapp será atendida bajo el principio de la confidencialidad absoluta.


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