El arte literario, es cada vez menos emotivo a las sensaciones primarias del ser humano. Incluso las noticias. Escasean las buenas plumas.
El gusto por los paisajes, los agradables aromas, los musicales sonidos, el buen sabor de los alimentos, el deleite de los placeres dactilares. Han quedado en el salto del milenio.
Las historias ya no conmueven. A menos que destilen sangre los periódicos y las pantallas de televisión.
Es muy difícil encontrar talento para construir un texto tan imaginativo como los que se componían antaño.
Mucho menos construir un viaje literario, por geografías reales y míticas, como el de Miguel de Cervantes llamado El Viaje del Parnaso.
Obra narrativa en verso publicada el año 1614, escrita en tercetos; una historia deliciosa que cuenta el viaje al monte Parnaso de Cervantes y los mejores poetas españoles para librar una batalla alegórica contra los malos poetas.
En este poema, Miguel de Cervantes, montado en una mula, emprende la misión de reclutar a los mejores poetas españoles para librar una batalla contra los poetas mediocres.
Para ello viajó de Madrid a Valencia, donde con ayuda de Mercurio, hubo de reunir un contingente de buenos poetas y se hizo a la mar en un barco alegórico, hecho de versos, con destino al Parnaso, donde libraron una batalla contra los poetastros que pretendían tomarlo.
Me vino a la mente esta obra porque el tiempo ha ido derruyendo estampas históricas que los jóvenes hoy jamás podrán saborear, si no hay alguien que las provoque.
Pondré un ejemplo. Yo soy de esa generación que aún pudo viajar en tren.
Y la nostalgia por regresar a esa convivencia entre los viajantes aún palpita en mí con la esperanza de abordar tal vez el “Expreso del Itsmo” como un regalo generacional que Andrés Manuel nos obsequiará como parte de sus ofertas de campaña.
Este tren, será motivo de muchas obras literarias. Espero que sí.
Primero habremos de soportar las histerias de sus detractores que ponen en duda la construcción de esta obra. Y si la logra edificar, luego vendrán las críticas hasta que la calma llegue.
Mientras esto ocurre. Hay otros transportes míticos que podemos entresacar de la historia para crear viajes literarios, y darle solaz al entendimiento. Veamos.
Hubo en Villahermosa, Tabasco, una vez un buque de vapor que surcaba el río Grijalva, conocido como “El Capitán Beuló”.
Un tabasqueño necio diría… en la historia náutica de tabasco, muchos navíos flotaron sobre el Grijalva. Desde los tiempos de la conquista. Así que porqué tendríamos que poner especial atención en “El Capitán Beuló”.
Este buque, antes de ser destinado al servicio turístico fue transporte para el servicio médico asistencial del gobierno tabasqeño, brigadas médicas que ayudaban a la gente cuando no había un hospital a 300 kilómetros a la redonda; y cuentan los naturales de Villahermosa que rindió su máxima utilidad al inicio de los ochenta.
Luego fue anclado en el malecón de Villahermosa para transformarlo en un restaurant flotante. Yo fui de los últimos que disfrutó de la cocina a bordo del famoso “Capitán Beuló”.
Al inicio de este siglo, desapareció por muchos años y finalmente, ¡lo encontré! en Puerto Paraíso, Tabasco.
Lo compró Leonardo Kaamal hace un par de años y lo está reparando para regresarlo a la vida marina.
Mientras tanto, allá en Villahermosa, persiste en tierra firme, una enorme escultura de un marino que es recibido por su familia; un ensueño escultórico en cuyas figuras ofrece una historia de navíos que hoy ya no se escucha más.
Atraviesa por mi mente… que mientras Andrés Manuel se unge como el presidente de México.
Bien podríamos elaborar un viaje político-literario a bordo del “Capitán Beuló” como si nunca hubiera dejado de navegar.
Tomándolo como símbolo.
Si Cervantes Saavedra construyó un buque de poemas, ¿No podremos imaginariamente subir a bordo del Beuló a parte de su gabinete? ¿Los encargados de la cuarta transformación de México?
Los más dignos, los más eruditos, los que no van a robar.
O nos esperamos a que ruede el “Expreso del Itsmo”
Abogado. Analista Político. Amante de las letras.
CARTAPACIO, su sello distintivo, es un concepto de comunicación que nace en 1986 en televisión hasta expanderse a formatos como revista, programa de radio y redes sociales.
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