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    marzo 19, 2024 | 4:29

    A través de los años

    Publicado el

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    La manera de pensar y actuar varía según las circunstancias de tiempo, modo y lugar. No cabe duda, que la experiencia de la vida, es el mejor conducto para valorar lo que tuvimos y que ya no tenemos. Por eso, las nuevas generaciones de egresados de las universidades del mundo, se separan cada vez más de los valores encauzados por nuestros padres y abuelos; y que hoy como abuelos aplicamos los adultos mayores.

    Basta darle un recorrido al mundo a través de la experiencia de los que todavía vivimos y que tuvimos la fortuna de disfrutar la juventud veinteañera en los años setenta. Cuando en la universidad dejábamos en el pupitre nuestros libros e instrumentos de estudio sin temor a que los robaran. O que acudíamos al centro de la ciudad para divertirnos, dejando el vehículo estacionado en la banqueta, junto a un estacionómetro que dejaba de cobrar a partir de las diecinueve horas; sin temor a que algún ladrón se lo llevara.

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    Recuerdo aquellos exámenes orales con maestros que llegaban en la tarde y que terminábamos en la madrugada, por la exigencia de la materia y el maestro en turno. Nos llevábamos cafetera, galletas, refrescos, donas y papitas, en espera del turno para ser examinado. Estudiando las “fichas” del semestre que al azar, una o dos, nos tocaba exponer. El ambiente era de cordialidad, comunicación y las clases presenciales. Cada semestre teníamos asignadas las materias obligatorias. Por lo que las generaciones fuimos compañeros desde el primer semestre hasta el último.

    Las casas de nuestras familias estaban prácticamente abiertas. Sin rejas en las ventanas, con los jardines que lucían a plenitud y en navidad eran decorados con nacimientos y focos de colores para que todo individuo disfrutara del espectáculo. Teníamos a los policías que hacían la ronda en las colonias y barrios a pie, con un silbato para prevenir el delito. Los delitos de alto impacto casi no existían. Las familias juarenses aprendimos a convivir con respeto, honestidad, sinceridad y con hospitalidad a los visitantes.

    La unidad familiar se daba en los paseos, en los juegos de contacto con la gente, en las fiestas y reuniones. Fuimos rebeldes contra la injusticia social y contra la política corrupta. Luchamos para tener trabajo, para construir nuestra casa, y soñábamos a la luz de la luna cantando en una esquina con los amigos, acompañados de nuestras guitarras. Jóvenes románticos que llevamos serenatas a nuestras novias o amigas que nos gustaban. El día de la madre, se llenaba la noche de canciones.

    Para acudir a El Paso Texas no teníamos ningún problema con los agentes de migración. Teníamos incluso conocidos y amigos en los puentes internacionales y cruzábamos con gran facilidad. Solo presentábamos nuestra tarjeta de cruce local, que otorgaban en los mismos puentes. La línea exprés no existía; pues no había razón para ello porque cruzábamos en minutos.

    Vivimos la música romántica de la época con Roberto Carlos, Juan Gabriel, Raphael, Diego Verdaguer, Leo Dan, Leonardo Favio, José José, Estela Núñez, Rocío Durcal, y en las rancheras José Alfredo Jiménez y Vicente Fernández. Las letras de las canciones eran poemas de amor. Sin ofensas y hasta inocentes como lo dijo un día Roberto Carlos.

    No existían los teléfonos celulares, tampoco las computadoras y nos comunicábamos directamente y con cartas manuscritas. Había teléfonos públicos que solamente utilizábamos para hablar lo necesario y para reportarnos con nuestros padres. Fuimos obedientes con nuestros padres y abuelos. Disciplinados en las escuelas donde estudiamos. Resolvimos nuestras diferencias de frente y dando la mano en señal de paz y amistad. Pregonamos la frase “amor y paz”.

    Un recuento de lo que nunca entenderán los jóvenes de la generación actual. Pretenden con sus ideologías y filosofías de autores perversos que van contra la paz espiritual, la armonía, el amor y la vida, lograr una sociedad unida que cada vez más se alejan de todo contacto natural. Su manera de vivir es al lado de su teléfono celular.

    Las universidades han transformado el sistema educativo, con el programa de créditos que los estudiantes escogen, incluyendo al maestro de su conveniencia. Ya los separaron para evitar conflictos y controlar la administración política. Ya les enseñan a vivir con la diversidad sexual y pueden escoger lo que quieren ser: hombre o mujer. Porque el cuerpo no significa lo que representa biológicamente. Ya no creen en el matrimonio, ni tampoco en la familia. Es una vida virtual sin virtudes y sin sueños.

    Molinar Apodaca

    Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.


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