Nuestro sistema de gobierno, a través de una representación de elección popular, nos invita a reflexionar para valorar la participación nacional. Si no de todos, cuando menos de la mayoría debería ser. Pues claramente nuestra Constitución se diseñó, para establecer un vínculo directo entre el pueblo y su gobierno. La elección debe ser libre y secreta, mediante el voto que deposita cada ciudadano en la urna electoral.
Pero para ello, los mexicanos debemos mostrar disposición para escuchar y analizar con toda seriedad, lo que más nos conviene a los gobernados en conjunto y no en lo individual. Se requieren tres valores: tolerancia, paciencia y prudencia. Pues solamente con disponibilidad y atención a los problemas que nos involucran a todos como nación, es como podremos separarnos de la corrupción.
Tolerancia para respetar opiniones ideas o actitudes distintas. Para admitir que otros razonan diferente y que no por ello están en contra. La empatía en cuanto a que la corrupción nos alcanzó y sobrepasó los límites es notoria en las reuniones con amistades y familiares. La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias independientemente de que choquen o sean diferentes a las nuestras.
Paciencia, es otra virtud que debemos poner en práctica, ya que es una facultad sinónimo de fortaleza, de perseverancia y suele ser el pilar para el desarrollo personal y profesional. Con paciencia, podremos ver con claridad lo que está detrás del candidato que pretende ganar nuestra confianza. Es la capacidad de considerar hechos y variables que pueden ser imperceptibles para las personas ansiosas e impulsivas. La paciencia permite el control de emociones.
Prudencia, se denomina como una virtud para discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia. Es una cualidad de actuar o hablar con cuidado, de forma justa y adecuada, con cautela, con moderación, con previsión y reflexión, con sensatez y con precaución para evitar posibles daños, dificultades, males e inconvenientes, y respetar la vida, los sentimientos y las libertades de los demás. Requiere un buen sentido, un buen juicio, templanza, cordura, sabiduría, discernimiento, aplomo y ser precavido.
Después de analizar las tres virtudes o principios que equilibran el sano juicio y entendimiento, nos ubican en el eje principal del bienestar común. La preferencia es para la mayoría que elige lo que conviene a la sociedad. Por eso es importante destacar, que la consulta ciudadana debe ser considerada en los asuntos más relevantes de la comunidad. Valorar a las personas en los diferentes ámbitos sociales.
Antes de vociferar, insultar u ofender a quienes participamos en la política nacional de una u otra forma, a través de los medios o través del café con los amigos, o mediante alguna candidatura ante la proximidad de las elecciones más importantes desde hace cien años; procuremos llenarnos de las tres virtudes fundamentales para aprender a dialogar: tolerancia, paciencia y prudencia.
Pues es tangible el ambiente negativo, contaminado de hostilidad, rencor, estrés, resentimiento y hasta odio; para quienes tratamos los asuntos políticos del país, desde la perspectiva del conocimiento o percepción individual. La crítica que consiste en opiniones o juicios que responden a analizar los hechos que nos afectan como consecuencia de la corrupción, pueden resultar positivos o negativos.
Aprendamos a escuchar y atendamos el reclamo de la conciencia por lo que hemos permitido. La injusticia social y la corrupción son sinónimos de nuestra pasividad. Hemos sido irreverentes permitiendo que nos falten al respeto todo tipo de autoridades. Quizá lo más desafortunado, es que elegimos al candidato en turno porque se parecen a nosotros en cuanto los defectos de carácter, que son contrarios a las virtudes mencionadas.
Si no practicamos en nuestro entorno las virtudes con nuestra familia; o en el trabajo o profesión y en el trato con las personas que nos atienden en nuestro diario vivir; entonces seguiremos inmersos en una elección equivocada para lograr la paz y la justicia social. Somos todos los mexicanos quienes construimos nuestro destino. Veamos primero nuestro interior, para identificarnos plenamente y diagnosticar nuestro carácter. Dejemos de lado la imagen del mexicano hipócrita, insensato, mal hablado, cobarde, altanero, prepotente, y aprovechado. Busquemos juntos la solución con humildad, fortaleza y esperanza.
Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.
