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    marzo 29, 2024 | 9:59

    Terrorismo; más que una lucha de ideas

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    A casi 3 meses que las redes sociales convulsionaran a Occidente con la fotografía del pequeño Aylan Kurdi fallecido en las playas de Turquía. Siria, el drama de la guerra civil y los casi 5 millones de refugiados han quedado en el olvido de la memoria colectiva, desplazada por las tendencias y modas noticiosas momentáneas.

    Tocándole el turno a Francia, tras los atentados de París, adjudicados por el Estado Islámico. Con los que Occidente no solo ha vuelto a convulsionarse, sino que ahora se muestra dolida, sintiendo como propios los ataques recibidos y pidiendo justicia.  Una justicia mal entendida que a 48 horas del embate en París respondía bombardeando Siria.

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    Hollande ha interpretado el ataque como un episodio dentro de un sistema de guerra, una guerra declarada por el Estado Islámico contra la vieja y desarrollada Europa, a la cual estará respondiendo en compañía de sus aliados con una desproporcionada oleada de sufrimiento y terror sobre una población que lleva años atrapada entre dos fuegos.

    Por un lado, las guerras intestinas que sacuden a los países de Medio Oriente protagonizadas por tribus y grupos rebeldes comandados por los “señores de la guerra”, que buscan hacerse con el control político de la región, así como garantizarse el acceso a los ingentes recursos de esta zona, primero en petróleo y más recientemente en los yacimientos de gas que representan el 80% de la reservas mundiales.

    Y por el otro, las grandes potencias quienes movidas por el mismo interés de los recursos energéticos y su posición geoestratégica, históricamente han sustentado la violencia perpetua en la que se encuentra Medio Oriente desde el término de la I Guerra Mundial, ya sea a través de regímenes autoritarios, crueles dictaduras, gobernantes genocidas, golpes de estado, guerras civiles o grupos rebeldes e insurgentes, todos, financiados, adiestrados y armados por las grandes potencias, o para ser más exactos, por las grandes petroleras y empresas armamentistas.

    Sin duda, el tema del terrorismo marcará la agenda del siglo XXI, el cual lejos de los conflictos, que marcaron al siglo XX con la I y II Guerra Mundial, no vislumbra la paz añorada tras el fin de la guerra fría. El conflicto violento vuelve a emerger en la escena internacional cubriendo una buena parte del orbe, ahora encarnado en la figura del terrorismo.

    Situación de la cual los países occidentales tienen más responsabilidad de la que ellos desean admitir, su injerencia, imposición, saqueo y explotación han ahondado más el sentimiento de frustración y rabia de la población quien encuentra en las grandes potencias, la causa de todas sus desdichas.  

    Sin duda la situación de los países del medio orientes es muy compleja, ya que tiene una amplia diversidad de aristas, como son; el origen bíblico del conflicto, la composición antinatural de los países, una base social y política conformada por antiguos clanes, la debilidad de los estados, la abundancia de recursos energéticos, el choque con los gobiernos de occidente y el acicate religioso, elemento diferenciador que convierten a estos países en un polvorín.

    A pesar de que el conflicto se vislumbra como un choque frontal de ideas, en la que una de ellas se presenta como una abierta repulsión a la libertad que una parte del mundo ha alcanzado a través de siglos de luchas sociales y de pensamiento, no debemos permitir que el islamismo nos arrebate los derechos y garantías ganados, entregándolas a los gobiernos en aras de la seguridad contra el terror.

    Además de la responsabilidad directa del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sobre el apoyo y armamentización de grupos desestabilizadores y dictaduras, el resto de las naciones no debe contestar con la reducción de libertades y garantías sociales en aras de la seguridad.

    Hoy más que nunca una parte de las respuestas pasa por la integración, el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el acceso al desarrollo social, económico y político, así como el respeto al comercio justo y a la soberanía de los recursos naturales.

    Sin duda que el panorama no se ve halagador para los próximos años, pero aceptar el inicio de una tercera guerra mundial, sin un intento por solucionar lo que tantos años se dejó pasar, es completamente una decisión suicida.

    El enemigo no son los ciudadanos, como bien lo dijo un amigo; una cosa es el pueblo y otra muy distinta sus gobernantes.

    Los musulmanes no son el enemigo a vencer,  lo son las ideologías que propagan el odio y la muerte.  

    Ante el terror, unión, ante el fatalismo, esperanza, y ante la opresión y represión, más libertad de pensamiento y decisión.

    Claudia Vazquez Fuentes

    Analista Geopolítica.

    Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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