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    marzo 28, 2024 | 16:40

    Plutón, reflexiones sobre un planeta destronado

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    A un año del histórico sobrevuelo de la misión New Horizons por Plutón en julio del 2015 y a diez de la reclasificación del alguna vez “noveno planeta del sistema solar” en 2006, resulta más que apetecible una revisión de algunos hechos importantes relacionados con este remoto miembro de la familia del Sol.

    Todas las generaciones de humanos alrededor del mundo a partir de 1930 -año de su descubrimiento por Clyde Tombaugh-  y hasta principios de este tercer milenio aprendimos que Plutón era el noveno y más lejano planeta del sistema solar. Era porque ya no lo es. La cosas cambiaron en 2006 cuando la Unión Astronómica Internacional reunida en Praga ese año decidió, motivada por las características físicas de Plutón y por descubrimientos de nuevos miembros del sistema solar, introducir una nueva categoría de objetos llamados planetas enanos, de los cuales Plutón sería el primer representante. A lo largo de los años, del tamaño y masa de Plutón era obvio que se trataba de un objeto realmente pequeño comparado con los otros ocho planetas del sistema solar. Además, a diferencia de sus hermanos planetarios y debido a su enorme distancia del sol, Plutón se encuentra en una región abundante en residuos helados, grandes trozos de hielo que orbitan el sol hoy conocidos en su conjunto como el cinturón de Kuiper. Finalmente, el descubrimiento en 2005 de Eris, mejor conocido como planeta X, 27% más masivo que Plutón, vino a crear este dilema:

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    “Si decidimos que Plutón siga siendo el noveno planeta del sistema solar, entonces Eris, muy similar en tamaño y masa, sería con toda justicia el décimo planeta. Si por otro lado, decidimos que estos dos objetos no son verdaderos planetas, entonces tendremos que pensar en la creación de una nueva categoría planetaria que los incluya a ambos, y quizás a otros más aun por descubrir”.

    Los astrónomos se decidieron finalmente por la segunda opción y los “planetas enanos” entraron a formar parte de nuestro vocabulario a partir del 2006. Pero, ¿ qué características debe tener un objeto en nuestro sistema solar para ser considerado planeta enano ? Estos son los tres criterios básicos:

    1. Debe estar orbitando el sol como el resto de los planetas; es decir, su órbita lo debe mantener ligado gravitacionalmente al sistema solar.
    2. Debe tener la masa suficiente para adquirir una forma esférica o casi esférica. Objetos con poca masa -y por lo tanto con poca gravedad- no pueden ser moldeados por ésta y terminan siendo muy irregulares, como los asteroides.
    3. Sobre todo, debe estar rodeado por, o inmerso en alguna forma de residuo: polvos, rocas o hielos. La presencia de estos residuos es un indicativo claro de la poca masa del planeta enano, la cual le impide “limpiar” los alrededores de su órbita de tales residuos.

    Plutón satisface estos tres requisitos y por lo tanto es considerado un planeta enano, al igual que Haumea, Eris, Makemake o incluso Ceres, que como asteroide esferoidal satisface los mismos tres criterios. Aunque aun debatible, la reclasificación de Plutón está basada en criterios astronómicos bien definidos, aplicables al menos a cinco objetos en el sistema solar, todos definitivamente distintos de lo que ahora entendemos como un planeta en toda la extensión de la palabra, ya sea sólido como la Tierra o gaseoso como Saturno. Ni la órbita de la Tierra ni la de Saturno, por ejemplo, están rodeadas por ninguna forma significativa de residuo (la huella distintiva de un planeta enano) pues ambos, como aspiradoras cósmicas, han limpiado sus alrededores con su considerable campo gravitatorio.   

    Desde 1930 y hasta el año pasado, todo lo que sabíamos de Plutón lo habíamos aprendido de observaciones telescópicas desde la Tierra combinadas con refinadas técnicas observacionales y depurada mecánica celeste: su órbita, tamaño, masa, densidad, distancia al sol. Estas técnicas incluso revelaron la existencia de su luna más grande, Caronte, en 1978. Pero nada más. Plutón está demasiado lejos como para permitir siquiera una descripción de su superficie con los mejores telescopios: a diferencia de Marte y Júpiter fácilmente identificables a simple vista en el cielo nocturno de Cd. Juárez y desde casi todo el mundo estas semanas, Plutón es siempre indetectable a simple vista desde cualquier lugar sobre la Tierra.

    Todo esto cambió con New Horizons en julio del año pasado, cuando el tan esperado encuentro de esta sonda con el planeta enano permitió establecer de entrada su tamaño exacto -2370 kilómetros de diámetro, más pequeño que nuestra luna- y arrojó las primeras imágenes de la superficie plutónica. Un primer hallazgo fue una impresionante estructura superficial, una vasta planicie en forma de corazón carente prácticamente de cráteres de impacto (en contraste con otras regiones donde éstos son evidentes), lo que sugiere que es una formación geológicamente reciente. Por otro lado, la presencia de montañas y cordilleras heladas en Plutón en las imágenes de la New Horizons plantea la pregunta sobre la fuente de energía responsable de tales formaciones, pues tanto Plutón como Caronte, su luna mayor, parecen ser cuerpos geológicamente activos. Plutón tiene una atmósfera tenue, una suave neblina compuesta básicamente de nitrógeno, lo que la sonda confirmó le da al cielo del planeta enano una tonalidad azul, como nuestros cielos en la Tierra (aunque muchísimo menos brillantes por supuesto), precisamente donde el nitrógeno es el gas más abundante y dispersa la luz del sol preferentemente en el azul.

    Pero la historia no acabó ahí. La sonda interplanetaria fue además capaz de obtener las primeras imágenes cercanas de tres de las cinco lunas de Plutón: Caronte, Hydra y Nix. Caronte reveló una extraña zona oscura en uno de sus polos, en contraste con los típicos y claros casquetes polares de otros mundos; además, su corteza muestra fracturas y un cañón tan profundo como ocho kilómetros indicando, una vez más, actividad geológica aun en estos remotos y helados objetos de nuestro sistema. Hydra es un satélite irregular de Plutón parecido a un asteroide, de tan sólo unas cuantas decenas de kilómetros, cuya superficie parece contener hielo de agua.  

    Plutón y sus lunas han representado una auténtica caja de sorpresas, cuyas maravillas mantendrán afanosamente ocupados -y encantados- a los astrónomos planetarios con el fin de comprenderlas e incorporarlas a este reconocimiento preliminar que como especie hacemos de nuestro vecindario cósmico.

    En otro rincón del sistema solar y hace pocos días, la NASA nos dio otra muy grata noticia, en este caso que la misión Juno llegó a Júpiter, el planeta gigante. Esto será por supuesto motivo de una nueva reflexión.

    Este universo es único.

    Hector Noriega

    Ponente. Investigador.

    Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

    Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.

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