Internet es un arma de doble filo para nuestro sistema. Por un lado, ha cumplido el sueño neoliberal de realizar importantes transacciones financieras y obtener cuantiosos beneficios instantáneos. Sin embargo, también difunde ideas contrarias a ese mismo sistema, muestra las evidencias de sus problemas y expone datos que los medios oficialistas niegan.

Cualquier Estado, aunque sea teóricamente democrático, tiende al control del individuo. Lo demuestra el escándalo del espionaje masivo de correos electrónicos y llamadas telefónicas por la NSA estadounidense. Aunque nuestras Constituciones garanticen la libertad de expresión, de prensa, de huelga, de manifestación y de reunión, éstos derechos no siempre se cumplen. El Poder, ya sea político o económico, se muestra cada vez más incomodado por un medio que le resulta muy difícil de controlar. Porque el mayor delito de internet es que, en muchos aspectos, nos ha hecho libres.

La red ha cambiado radicalmente la manera de relacionarnos con el mundo y entre nosotros mismos. Ahora podemos conocer al instante lo que sucede en el planeta. Las redes sociales se han convertido en los nuevos escaparates de opinión. Con los teléfonos actuales, cualquiera que esté en el lugar adecuado en el momento oportuno, puede grabar imágenes que serán vistas por millones de espectadores. Antes, el ciudadano se encontraba prácticamente excluido de los medios de comunicación con sus líneas editoriales sesgadas y proselitistas. Ahora son las personas corrientes quiénes opinan, critican, denuncian abusos y difunden vídeos e imágenes incómodas en tweets que se propagan a la velocidad de la luz y pueden ser leídos por usuarios de manera exponencial.

Tampoco necesitamos ya sindicatos ni opositores que llamen a la acción en las calles. Somos los propios ciudadanos quiénes nos agrupamos cómodamente desde nuestros sofás y decidimos cuándo nos manifestamos, dónde y cómo. Incluso podemos participar en potentes campañas de presión con un simple clic. Financiamos nuestros proyectos y actividades a través del crowfunding. En definitiva, estamos independizándonos de las estructuras tradicionales. En cierto sentido, la tecnología nos ha hecho más individualistas pero también nos ha unido más en otros.

Por eso, países como México, España, Rusia o Turquía, han iniciado cacerías legales contra la libertad de expresión en internet. Gobiernos que están utilizando su poderosa maquinaria mediática, la tradicional, para generar la idea de que hay medios, actitudes y opiniones inadmisibles. Alegan que algunos elementos subversivos utilizan internet como medio de agitación social con fines perversos y peligrosos para el país. Y aquí es donde se abre el debate legal y filosófico. ¿Dónde está el límite en el cual termina la opinión y comienza el delito? ¿Un insulto, un comentario grosero o una burla pueden equipararse a un crimen? ¿Grabar unas imágenes de abuso policial es atentar contra la Democracia? El problema final que enfrenta toda sociedad donde existe el derecho jurídico a la libertad de expresión es si debe existir algún límite. Porque la censura deslegitima automáticamente la idea de libertad de expresión. Quién emita públicamente injurias y amenazas violentas que sea investigado individualmente, y con todas las garantías de legalidad, pero que no sirvan como excusa para desacreditar una comunidad mucho más amplia y, así lo quiero creer, respetuosa.

Desde hace años, existe una red de internet paralela llamada “Deep Web”. Se trata de un sistema inventado por el ejército estadounidense para criptografiar la información de manera que resulte muy complicado seguir el rastro de los usuarios y sus contenidos. Algunos expertos estiman que su tamaño es quinientas veces superior al internet que conocemos. Uno de los programas más populares de este sistema se llama Tor y se puede descargar gratuitamente. Este internet clandestino es una herramienta muy utilizada por los ciberdelincuentes para traficar con drogas, armas, pornografía infantil, blanqueo de dinero y demás aberraciones que se le ocurran al ser humano. Aunque también lo utilizan individuos sin intenciones delictivas que sólo desean garantizar la privacidad de sus datos personales.

Quizás esta red sea el futuro del ciudadano común que solamente desea expresarse, obtener informaciones alternativas y mostrar evidencias de nuestro hipócrita sistema sin censuras. Y es que si nuestros gobiernos tratan al librepensador como a un delincuente, por lógica, el librepensador se verá obligado a vivir en las esferas de los delincuentes. Para evitar un escenario tan oscuro, es fundamental que los ciudadanos sigamos luchando, pacíficamente y armados con la razón, contra estas leyes regresivas. Ellos sólo tienen un argumento. Nosotros muchos más. Y hay que frenarlos porque acotar la libertad de expresión es uno de los primeros síntomas del totalitarismo.

El futuro siempre es incierto. Lo único seguro es que el Hombre seguirá creando nuevas maneras de comunicar y denunciar. La verdad tiene la fuerza elemental del agua que siempre busca las fisuras por las cuales escapar. Y si no las encuentra, las crea lentamente con el efecto erosionador. Si milenios de terror, represión, asesinatos y dictaduras no han mermado ese espíritu, tampoco lo harán unas leyes creadas por políticos inconscientes y mediocres. Estamos condenados a buscar la libertad.