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    abril 19, 2024 | 16:14

    Días santos… Diablos sueltos

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    No coincido con el dogma de la iglesia católica. No es el tema de esta columna, ni deseo entrar a un debate histórico sobre quién tiene la auténtica revelación bíblica o cuál es la verdadera iglesia.

    Pasé horas, días, semanas y meses en las instalaciones de un seminario católico buscando el sueño espiritual de ser sacerdote. No lo logré porque no me adapté a la institución religiosa. No puedo echar la culpa a nadie. No soy uno de los jóvenes mancillados o asediados por sacerdotes pedófilos y homosexuales.

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    Nunca vi una acción sexual que causara mi indignación o que manchara a las decenas de sacerdotes que convivieron conmigo. Hice buenos amigos; acudí a los funerales de curas que llegué a estimar mucho y me despedí con alegría el día que migré a la iglesia evangélica.

    En el seminario conciliar de Chihuahua me encontré con sacerdotes de la línea liberal, más ligados a la política, a los grupos de izquierda que a la fe bíblica. Buenas personas, como el polémico sacerdote Gustavo Sánchez Prieto, el padre Negris; o mi paisano, José Luis de Haro Treviño… y como olvidar al padre Toño Ramírez, al padre Gamboa, al padre Padilla, al más cercano de todos, el sacerdote Oscar Chávez Mendoza, que fue como un segundo papá para mí.

    Y ya en Juárez, el respeto absoluto al padre José Ríos, al padre Hesiquio Trevizo, una autoridad en el manejo filosófico secular y en la doctrina de la iglesia; qué decir del más humilde de todos, Mariano Mosqueda.

    En Chihuahua vi a los futuros sacerdotes- ahora lo son- fumar mariguana, beber cerveza, tocar y cantar canciones de Silvio Rodríguez en el patio del seminario de menor, allá por la calle Ernesto Talavera.

    Eran cautos hacia los jóvenes seminaristas, éramos como los hermanitos de casa. A nosotros no se nos permitía ese tipo de reuniones. Cuidaban nuestra integridad, mientras ellos se reunían en torno a un maltrecho asador de carne con una hielera copeteada de hielo y cerveza.

    No todos bebían ni fumaban droga, pero muchos de los futuros sacerdotes del ‘seminario mayor’ utilizaban las instalaciones del ‘menor’ para sus reuniones que empezaban y terminaban temprano. Ya con un carrujo de mariguana adentro, se iban a rezar el ‘laudes’.

    Nuestro edificio, construido para más de 100 seminaristas, albergaba al menos a 12 jovencitos que intentaban la santa misión de ser curas. Era el perfecto escondite para los hermanos mayores que extendían los diálogos con caballitos de tequila y las infaltables canciones de cantina.

    Los miércoles nos reuníamos con el excelentísimo obispo Adalberto Almeida y Merino. Nos mostraba la cara amable de la fe y nos permitía tomar vino tinto como un complemento para nuestra digestión.

    No se hablaba de nada en especial. Mientras comíamos se escuchaba música clásica. Era ridículo todo aquello.

    Comíamos lo mejor de lo mejor. Estaba prohibido comer como pobres. La carne se adquiría en el negocio de la familia Baeza Fares, antes de que naciera el prestigioso grupo Bazar del ex alcalde Eugenio de los mismos apellidos.

    Era el tiempo en el que los sacerdotes se sujetaban a su obispo, como sucedía en Ciudad Juárez donde el dominio del primer jerarca que tuvo la diócesis de Juárez, don Manuel Talamás Camandari, era total.

    Como un joven periodista me tocó cubrir el ‘Verano Caliente’ de 1986 y el inicio de ese movimiento que arrancó en 1982, creció en 1983 y tuvo su nivel más alto en 1986.

    Los sacerdotes salían a las calles y se unían a las protestas ciudadanas. La lucha democrática se convirtió en una abierta afrenta contra los periódicos vendidos de Juárez y Chihuahua que estaban cooptados por los gobiernos priistas y Gobernación federal.

    Las manifestaciones en contra de El Heraldo de Chihuahua eran continuas. Se elogiaba la política editorial de El Diario de Chihuahua, en la capital y El Norte, de Oscar Cantú, en la edición de la capital del Estado, se constituía como el ‘tibio’ porque no se hacía para ningún lado y escondía muchas notas del Movimiento Democrático que había surgido para llevar a Francisco Barrio al poder.

    La oficina desconcentrada de Gobernación estatal, que tenía su propio ‘cisencito’, era la encargada de guiar la política editorial de los periódicos de la época.

    Jorge Mazpulez Pérez, el entonces jefe de esa oficina, acudía directamente a los periódicos para dictar las políticas editoriales.

    Cuando el periódico Norte era aún propiedad de don Carlos Loret de Mola, fui testigo de cómo Mazpulez acudió a modificar la nota del enfrentamiento, con muertos, en la Huerta Legarreta cuando don Luis H. Álvarez era presidente municipal de Chihuahua.

    Al siguiente día renunciamos cuatro reporteros en repudio a la forma en que manipularon la información. El espacio sirvió para refugiarme en el periódico Notidiócesis, de la iglesia católica, dirigido en aquella época por Dizán Vázquez y el padre Joaquín Díaz. Una verdadera delicia aprender de los dos.

    Los verdaderos agentes del Cisen eran auténticos criminales. Se metían en muchos negocios sucios y trabajaban, más que en labores de inteligencia, en misiones gansteriles.

    Cobraban cuotas en los garitos que operaban clandestinamente en la ciudad de Chihuahua. Además participaban en el tráfico de autos de El Paso al resto del país y coaccionaban a políticos, dueños de palenques clandestinos, propietarios de bares donde había desnudos y en donde se vendía licor o cerveza fuera de horario.

    En 1992 ya estaba en Ciudad Juárez, entonces me encontré con un clero distinto. Estaba domesticado por la figura moral de don Manuel Talamás Camandari, todo un personaje. Se imponía más por su antecedente aristocrático que por su misión espiritual. A los reporteros les dictaba las notas, con puntos y comas. Y, cuando no tenía confianza, pedía al periodista que le leyera lo que había escrito en la libreta.

    El clérigo siempre estaba metido en los temas políticos y sociales de la ciudad. Cuando el Vaticano lo convirtió en emérito, la diócesis juarense enfrentó uno de sus peores momentos.

    Decían que la moral de la iglesia católica se fue al sótano con la llegada de Juan Sandoval Iñiguez de quien se contaban infinidad de historias negras.

    Algunos políticos aseguran que el jerarca, nativo del estado de Jalisco, tenía problemas serios en su forma de beber; parecía más un ‘pelado’ que un prelado. Con la prensa, don Juan, era un tirano. Concluía las entrevistas molesto, con ese rostro adusto que lo caracterizaba y las frases hirientes.

    La madrugada del 10 de diciembre de 1990, el sacerdote católico Guillermo Madrigal Arias, de 46 años de edad, fue asesinado a puñaladas junto con el matrimonio formado por Rigoberto Betancourt Bejarano y Lilia Sánchez de Betancourt, de 26 y 25 años de edad.

    La policía trató inicialmente de maquillar el hecho, afirmando que la persona que mató al padre Madrigal estuvo buscando dinero o cosas de valor en los muebles de la casa, porque buscó en todos lados. Aparentemente, el asesino, era un guatemalteco amigo del sacerdote; fue detenido y estuvo en el Cereso por años.

    Los testigos aseveraron que el sacerdote vivía solo, no se metía con nadie y no tenía problemas. Era muy serio y poca gente lo visitaba.

    El segundo procurador de Justicia en el gobierno de Fernando Baeza, de los tres que ocuparon ese cargo, José R. Miller Hermosillo, acabó con el mito del crimen de odio o a causa de un robo.

    La iglesia y particularmente el obispo Talamás se obstinaban públicamente para que la investigación continuara, “caiga quien caiga”. Declaraciones enérgicas inundaban los medios de comunicación de la época.

    El obispo panista tenía una nueva causa de lucha, algo que era motivo de gozo, pues le fascinaban las cámaras y aparecer en los medios de comunicación. Durante el verano caliente otorgó muchas entrevistas a medios de comunicación de todo el mundo. Con frecuencia era fuente, casi exclusiva, de la revista Proceso.

    Su posición liberal había inundado toda la diócesis; él vivía como lo que era, un aristócrata venido de la ciudad de Chihuahua, proveniente de una familia de empresarios libaneses.

    La rigidez clerical no operaba con muchos de sus sacerdotes que vivían entre el cielo y el infierno, participaban abiertamente en política y se reunían con connotados miembros del PAN para dirigir las causas partidistas desde el púlpito. El PRI denunció en varias ocasiones la intromisión de la iglesia católica en asuntos electorales y al obispo le llamaba ‘Satanás’ Camandari, en lugar de Talamás.

    Casos penosos, como el de un cura de la parroquia de Cristo Rey, que asediaba a las jovencitas y se acostaba con ellas, era parte del común en la diócesis; otro sacerdote que participaba en el periódico de la diócesis, ‘Presencia’, tenía su pareja y le gustaba acudir a hoteles familiares a usar la alberca, beber y convivir como un padre de familia; o el más emblemático, el cura Aristeo Baca que en 1991 tuvo la ocurrencia de intentar registrarse en el padrón electoral del IFE cuando la Ley Electoral lo prohibía.

    El caso del cura Madrigal llegó a su fin luego de una indagatoria conjunta, entre el FBI y la Procuraduría de Justicia del Estado. La investigación refería un dato contundente y penoso para la diócesis y los sacerdotes rojillos y blanquiazules. Madrigal era homosexual y había tenido relaciones sexuales con su asesino, de ese acto se derivó el crimen.

    La indagatoria pericial lo refería. En su casa localizaron una gran cantidad de películas pornográficas y, antes de su muerte, había estado bebiendo y observando con un grupo de personas cintas tres equis.

    Con la copia de la información expedida por el Estado, acudí a Talamás y le informé que ese documento obraba ya en poder de El Diario de Juárez y que, la empresa, no tenía intenciones de hacer un escándalo público. Así concluyeron las declaraciones y las notas en primeras planas.

    Me tocó dirigir la cobertura noticiosa de las dos históricas visitas papales al Estado de Chihuahua. El 10 de Mayo de 1990 llegó a la capital del Estado Juan Pablo II; el 17 de Febrero del 2016 hizo lo propio el Papa Francisco, pero en esa ocasión visitó Ciudad Juárez. Los dos acontecimientos marcaron la vida del Estado de Chihuahua, pero los mensajes no dejaron rastro en la estructura clerical de la entidad; los sacerdotes siguen siendo los mismos, la iglesia sigue siendo la misma…el impacto moral de las estructuras que dependen de la doctrina católica siguen igual o peor.

    Francisco presentó una base doctrinal muy enérgica contra los servidores públicos católicos, que son la mayoría y exhortó duramente a los empresarios que militan en esa religión.

    Nada cambió en el Estado de Chihuahua, la tendencia pecaminosa de esas estructuras sigue en boga. La tortura policiaca, la gran cantidad de ‘chivos expiatorios’, la vinculación de jefes policiacos con la delincuencia, la corrupción, el adulterio, la forma en que se solapa la homosexualidad (que nada tiene que ver con la diversidad sexual), el saqueo de las instituciones, el pecado social, la mentira como una forma institucional de gobierno, siguen siendo el pan de cada día.

    Y si ya se les olvidó, Francisco, el Papa católico, señaló en esta frontera lo siguiente: “La mejor inversión es crear oportunidades. La mentalidad reinante pone el flujo de las personas al servicio del flujo de capitales provocando en muchos casos la explotación de los empleados como si fueran objetos para usar y tirar y descartar. Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas.

    ¿Qué quiere dejar México a sus hijos? ¿Quiere dejarles una memoria de explotación, de salarios insuficientes, de acoso laboral o de tráfico de trabajo esclavo? ¿O quiere dejarles la cultura de la memoria de trabajo digno, del techo decoroso y de la tierra para trabajar? Tres T. Trabajo, techo y tierra. ¿En qué cultura queremos ver nacer a los que nos seguirán? ¿Qué atmósfera van a respirar? ¿Un aire viciado por la corrupción, la violencia, la inseguridad y desconfianza o, por el contrario, un aire capaz de generar alternativas, generar renovación o cambio? Generar es ser co-creadores con Dios. Claro, eso cuesta.

    Sé que lo que estoy planteando no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad”.

    Pero no, Juárez sigue siendo la ciudad de las oportunidades para los gandallas del poder, para los empresarios corruptos que se unen a las estructuras del gobierno para hacer negocios ilegales, cuyas ganancias reparten bajo la mesa con sus ‘socios’, los políticos y gobernantes en turno.

    Es doloroso saber que en este proceso electoral, los actores políticos, se han gastado ya varios millones de pesos al margen de la Ley Electoral para afinar las estructuras de trabajo en las colonias. Es el engranaje natural que se mueve durante el proceso para llevar incautos a votar, muchos de ellos bajo la promesa de un pago.

    Es increíble como los reporteros, los mismos políticos, las estructuras partidistas, manejan información que debería de ser ‘secreta’, pero que está al alcance de todo mundo. Nadie la divulga y, a base de repetirla tanto, ya vemos esos actos corruptos como legales.

    Para nadie es un secreto que los independientes pagaron a los reclutadores de firmas una cantidad por metas alcanzadas. Y que pagaron también por algunas de esas firmas.

    Desde hace tiempo se maneja la versión de que Independientes y priistas gastarán una enorme suma de recursos, de todo tipo, para movilizar a las masas en busca del voto.

    Pero la inepta y ciega autoridad que vigilará los comicios electorales ni cuenta se da de lo que ocurre en este proceso. Por cubrir la formalidad ‘moral’, así entre comillas, se pierde el factor de autoridad que debe de regir.

    El presidente del Instituto Estatal Electoral y el presidente consejero de la Asamblea local, junto con la caterva de consejeros que estarán trabajando el proceso electoral del 1 de julio, son lo más ingenuo y timorato que puede existir en esta ciudad.

    Eligieron perfectos desconocidos, con mucho currículo académico, pero sin malicia para sancionar y poner orden en el desorden que ya impera. Son corderos frente a los lobos rapaces que operan en los partidos políticos.

    Los veremos asustados, como en cada elección, al grito de los representantes de partido e independientes, que se cuecen solos para ir a asustar a los tontos que dirigirán la elección.

    Resulta absurdo como esas instituciones que pomposamente se les llama ‘réferis’ del proceso electoral, se pasan la jornada cuidando gastos de la oficina, licitando todo lo que van utilizar para el fin electoral y descuidan las mañas que siempre imperan.

    Entonces de nada sirve que la estructura social se paralice los llamados ‘días santos’. Los políticos en contienda hacen un alto en el camino y hasta participan de la solemnidad religiosa pensando que su moral está salvaguardada porque comen pan bendito o guardan el viernes santo.

    Nada de eso tiene efecto si no siguen la moral bíblica, los mandamientos como el “no robarás” o el que establece que “no levantarás falso testimonio” o el principal de todos “honrarás al Señor tu Dios y no te harás dioses en los confines de la tierra, ni en tu corazón”.

    La iglesia está en el mismo punto que las instituciones electorales. Los sacerdotes se han perdido en la vorágine de una falsa fe. Conviven con los políticos, se emborrachan con ellos, reciben dádivas del gobierno…

    Las homilías generalizan sobre la función pública. Por no perder lo que pueden ganar en el silencio no se atreven, como su Papa Francisco, a hablar con la claridad de un ministro de la fe. No advierten ni redarguyen, tal como lo señala la Biblia, sino que se quedan en la exhortación de buena fe generando carcajadas al diablo.

    Un sacerdote, se los recuerdo, es parte de la conciencia del pueblo. Si en realidad son lo que dicen ser, tienen que hablar en nombre de Dios (enorme responsabilidad). Tienen que decirles a sus feligreses que están en el gobierno, “ya no robes”, “ya no transes”, “ya no adulteres”, “ya no mientas”, “ya no engañes a los pobres”.

    Tienen la autoridad para ir con los empresarios, que también son sus feligreses, a decirles que ya no ensucien más la ciudad con tanto antro, pero sucede al revés, por unos cuantos centavos acuden a ‘bendecir’ los lugares de mala muerte, como una anticipación a la extremaunción de los comensales que van a caer cuando un sicario del bando contario llegue a matarlos.

    Nadie le hizo caso al Papa. Los salarios siguen siendo de miseria y las ganancias espantosamente altas para los patrones; sigue la esclavitud en las maquiladoras… la explotación es evidente pero, eso sí, el 12 de diciembre no se trabaja.

    Para los católicos, vivir los días santos, no debiera verse como un simple acto de comer capirotada y pescado, sino la oportunidad para entender que Jesús, el que murió por nosotros, quiere que seamos mejores ciudadanos, que abandonemos la hipocresía y abundemos en actos de caridad y de amor por el prójimo.

    Pero no, estoy seguro que después del domingo de Resurrección, en plena celebración de la Pascua, habrán el brindes con cerveza en los parques públicos y los borrachos de siempre… los templos llenos de personas pero vacíos de verdaderos fieles.

    Y como diría un poeta… al terminar la fiesta, vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza y el señor cura a sus misas. Y la vida seguirá igual, como si nada ocurriera. Porque así es la condición humana.

    Luego, después de la segunda semana vacacional, vendrá la fiebre política como siempre, entre empujones, escupitajos, guerras sucias y todo lo que se les ocurra… la moral, en esos lares, es una palabra rimbombante, pero una realidad inexistente.

    Rafael Navarro

    Periodista y Analista Político.

    Cualquier información enviada a mi correo y/o whatsapp será atendida bajo el principio de la confidencialidad absoluta.


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