Un amigo chihuahuense que estudiaba en Madrid me preguntó una vez por qué los madrileños nos autodenominábamos “gatos”. Yo, como contraataque a mi ignorancia herida, le pregunté por qué la raza de perritos se llamaban Chihuahua. Él me respondió simple y llanamente: “Porque los chihuahuas son de Chihuahua”. Ahí ya no supe qué más decir. Y es que los madrileños, con esa fama bien merecida de arrogantes, somos “gatos” y punto. Vivimos con el orgullo felino pero no todos conocen el origen del apodo.

Sin embargo, yo quise investigar sobre el asunto y rápidamente encontré la explicación. Todo procede de una anécdota medieval. A comienzos del siglo XI, la ciudad se llamaba Mayrit o Magerit y era una fortaleza musulmana muy cercana a la poderosa Toledo. El Rey de Castilla Alfonso VI, en su cruzada por la Reconquista, quiso recuperar Toledo para la Cristiandad pero decidió que sería mejor neutralizar Mayrit para dejar el camino totalmente despejado. El asalto parecía complicado y alguien le hizo saber que entre la tropa había un joven apodado “El Gato” por su increíble destreza para escalar muros. Este joven, ayudado por una soga y una daga, comenzó a horadar los ladrillos hasta llegar a la torre de vigilancia sin que nadie notase su presencia. Tras él, escalaron varios soldados que finalmente tomaron Mayrit.

Al parecer, años más tarde, el protagonista cambió su apellido al de “Gato” creando un escudo heráldico con una daga y un muro. Primeramente se conoció popularmente como “gatos” sólo a los madrileños valientes aunque la distorsión del tiempo derivó a cualquiera nacido en Madrid. También se dice que para ser auténticamente “gato”, uno debe pertenecer como mínimo a la segunda o tercera generación de madrileños. Pero Madrid, por su condición de capital y su centralidad geográfica, es una ciudad tradicionalmente repleta de emigrados nacionales. Especialmente de Andalucía, ambas Castillas y Extremadura. Por tanto, es difícil encontrar casos de madrileños realmente puros. En mi caso tampoco es así. Procedo de un padre madrileño (aunque de familia abulense) y una madre conquense así técnicamente yo sería como mucho gato callejero. Aunque como buen “gato”, eso no me importa.