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    marzo 29, 2024 | 2:02

    Antes de gritar

    Publicado el

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    Hace un mes acudí a consulta en cierta institución pública. Casi al salir del consultorio, el médico me indica que debo pasar a farmacia por ciertos medicamentos; así que salgo, tomo mi lugar en la fila y espero mi turno.

    Éramos cuatro personas formadas; tres de ellas llegaron unos cuantos segundos antes que yo. Cuando pasa la segunda persona, comenzamos a escuchar que su voz se eleva cada vez más. Verán, la Señora comenzó a gritarle al joven que atendía en la farmacia.

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    Un par de veces repitió “no es posible”, para después pasar a reclamar sobre el largo tiempo de espera en la línea;  el por qué no le ‘quieren’ surtir la medicina si siempre lo hacen; y resaltar el pésimo trato y atención que está recibiendo de parte de ‘todos los empleados de la institución’.

    Si bien, gracias a las redes sociales y medios de comunicación, las quejas hacia las instituciones públicas, de salud o cualquier otra, son demás de conocidas, era la primera vez que presenciaba una queja ‘en vivo’.  

    Era fácil percatarse que su molestia se originó por la falta de su medicamento; sin embargo, las emociones que ella externaba la llevaron a citar las quejas que más se mencionan sobre las instituciones públicas de salud: el largo tiempo de espera, el que no ‘quieren’ atender y el pésimo trato. Quejas que en ese momento no se relacionaban con lo que a ella más le interesaba, su medicamento. ¿Y por qué no se relacionaban? Porque el tiempo de espera fue menos de 2 minutos; el trato del joven de farmacia fue más que amable; y no es que el joven no le quisiera dar el medicamento, sino que ya no había en la institución.

    En varias ocasiones el joven de manera amable y respetuosa le trataba de explicar a la señora que la situación salía de sus manos, ya que el medicamento dejo de estar cubierto por la institución, pero los gritos y regaños le ganaban a su voz.

    Ella sólo quería su medicamento, porque ella necesita su medicamento. No era un capricho, era una necesidad que ella cubre desde la institución de salud; pero que de un tiempo para acá y sin previo aviso a los pacientes, la institución lo ha dejado de cubrir.

    Debo hacer énfasis en que menciono “la institución”, ya que es una decisión donde los empleados de farmacia, las enfermeras, los médicos que trabajan en las clínicas y hospitales locales, no tienen voz ni voto. Son decisiones que son un reflejo de situaciones mayores, como por ejemplo, un recorte al presupuesto de salud.

    Estudios de la OCDE ubican a México entre los países que menos invierten en salud, cabe mencionar que esta información es del 2013 y que aún no están reflejados los nuevos recortes al presupuesto en salud que se están viviendo actualmente; recortes que nos podrían ubicar en posiciones aún más bajas. La Red de Acceso reporta que en los últimos dos años, el Secretario de Hacienda ha recortado 21,000 mdp a Salud, esto tiene un impacto muy importante en los programas preventivos, en los servicios de atención a la salud, en los medicamentos cubiertos, en la creación y mantenimiento de la infraestructura y en la capacitación o actualización médica. En otras palabras, habrá menos medicamento, menos consultas de especialidad, menos material de curación, menos investigación, menos infraestructura y menos atención medica de calidad.

    Antes de gritar creo necesario conocer esta información. Y no para justificar la situación y guardar silencio, sino para planear estrategias colectivas. Al conocer esta realidad, podemos imaginarnos que los sucesos como los que presencié en farmacia aumentarán. Por eso la importancia de informarnos y unirnos.

    Hay que quejarnos, es nuestro derecho; incluso se marca en la Ley General de Salud 77 Bis 37: “Presentar quejas ante los Regímenes Estatales de Protección Social en Salud o ante los servicios estatales de salud, por la falta o inadecuada prestación de servicios establecidos en este Título, así como recibir información acerca de los procedimientos, plazos y formas en que se atenderán las quejas y consultas; y ser atendido cuando se inconforme por la atención médica recibida”.

    Pero hay que saber quejarnos. De nada nos sirve gritarle al joven de farmacia, insultar al personal de enfermería o reclamarle a las secretarias. Así como a ellos de nada les sirve gritarle, insultar o reclamarle al paciente. Dirijamos nuestras quejas a quien le compete.

    Es hora de dejar de gritarnos entre nosotros y empezar a enfocarnos en exigirle a quien si tiene poder de decisión.

    Hace unos meses, una maestra me confrontaba diciéndome que debía definir de qué lado estoy. ¿De qué lado estoy?  Si esto no es un duelo o competencia. Situaciones, como el recorte presupuestario, nos afectan tanto a pacientes como al personal médico. Si seguimos separándonos y buscando quien es ‘el más malo’ o ‘el más bueno’, no lograremos nada que genere el impacto que se requiere. Mientras nos veamos como enemigos, la situación no mejorará para nadie.

    ¿De qué lado estoy? Del lado de mi familia, de lado de mi ciudad y de lado de mi país. Soy paciente, soy sobreviviente y también soy derechohabiente; quiero una atención médica de calidad, quiero mejor infraestructura y quiero mejores condiciones laborales para el personal de las clínicas y hospitales.

    Antes de gritarnos unos a otros, recordemos de qué lado estamos. Si nos detenemos a pensar será fácil darnos cuenta que estamos del mismo lado; del lado que es impactado por las decisiones de quien no escucha nuestros gritos desde la fila de la farmacia.

    Luly Tejeda Small

    Titulada en Diseño gráfico y pasante de la Maestría en Acción Pública y Desarrollo Social. En su experiencia destaca el ser co-fundadora de una asociación civil y ser miembro fundador de una red de agrupaciones juveniles. Ganadora del Premio Nacional UVM por el Desarrollo Social, cuenta además con el Premio Estatal de la Juventud, el Reconocimiento a Mujer del Año de Ciudad Juárez y la mención de Mujer Líder de México.

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