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    marzo 28, 2024 | 11:53

    Idolo Taurino

    Publicado el

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    El día de ayer, sábado 29 de Agosto del 2015, se conmemoró el sexagésimo octavo  aniversario luctuoso del que para muchos es el más grande matador de toros de todos los tiempos: Manuel Laureano Rodríguez Sánchez  “Manolete”, quien sufriera una dura cornada el día anterior.

    Se cumplieron sesenta y ocho años de aquella fatídica tarde del 28 de Agosto de 1947 cuando en la plaza de Santa Margarita, en Linares, España,  se celebró una majestuosa corrida de toros con un cartel de postín encabezado por Manolete y completado por Rafael Vega de los Reyes “Gitanillo de Triana” y Luis Miguel “Dominguín” con toros de la ganadería Andaluza de don Eduardo Miura. Tarde en donde en quinto lugar salto al ruedo el toro llamado “Islero” (segundo en el lote de Manolete), toro de capa negra entrepelada de 495 kilogramos de peso y que fue marcado con el número 21. Toro que es tristemente célebre por haberle asestado una cornada mortal al gran Manolete a la hora que éste entro a matar al volapié, de aquí nace esa famosa frase que dice: “mato muriendo y murió matando”.

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    A raíz de este suceso este escribidor se puso a “filosofar” en quien ha sido el mejor torero que ha visto. Y así, en ese intento por dilucidar quien ha sido el mejor torero este escribidor llego a la conclusión de que es una pregunta muy compleja, pregunta que me declaro incompetente de responder, ya que cada torero tiene formas diferentes de expresar el toreo. Como decía el gran Pasmo de Triana, Juan Belmonte: “se torea como se es”.

    Pero lo que este escribidor si puede asegurar es quién ha sido el torero más importante o el que más ha significado para mí en el tiempo que llevo como aficionado taurino, mi torero favorito dicho en otras palabras. Creo que todas las personas que tenemos alguna afición hacia un deporte o alguna actividad humana tenemos a alguien con quien nos identificamos y que nos inspira para seguir siendo aficionados a esa actividad. Pues bien este escribidor no está exento de tener “ídolos” en el toreo, han sido pocos, de hecho solamente han sido dos los toreros que han sido capaces de que este escribidor unifique criterios en torno a ellos, solamente dos toreros me han movido a intentar no perderme una corrida de ellos ya sea en la plaza o por internet, solamente a dos toreros he glorificado por sus hazañas en el ruedo o por las sensaciones que me ha transmitido su forma de interpretar el toreo.

    Uno de estos dos “ídolos” en el toreo para este escribidor está activo y el otro está en el retiro. El que está activo es el polémico José Antonio Morante Camacho, “Morante de la Puebla”. Y el que está en el retiro, el más importante para mí, es el gran “Príncipe de las Banderillas”: Manolo Arruza.

    Gracias a tres personas tengo esparcido por todo mi cuerpo el gusano del toro: a mi papa, a mi mama y a Manolo Arruza. Recuerdo aquellos días de infancia en la Perla Tapatía cuando con mi hermano compaginaba jugar al futbol y a los toros, días en que por un momento podía yo llegar a ser Zico, Maradona, Platini o Manolo Arruza. Como olvidar esas tardes en que la estancia de televisión de mi casa se transformaba en un “coso taurino” donde este escribidor y su hermano, y en algunas ocasiones su primo, hacían “derroche “de arte y valor al torear al perro que teníamos en casa. Eran tardes en las que la esencia, el toreo y esos increíbles pares de banderillas de Manolo Arruza se hacían presentes en el improvisado “redondel”, tardes en que para este escribidor era más importante que mis “alternantes” me dijeran que toreaba como Manolo que salir en volandas.

    Hasta estos días me llega la nostalgia de esos domingos de toros en la Nuevo Progreso, plaza construida con los mismos planos con los que se construyó la plaza de toros de Vista Alegre que está ubicada en Bilbao, España. Domingos familiares de comer temprano para poder llegar a nuestra barrera de sol a tiempo para el paseíllo. Pero los domingos  en que Manolo toreaba eran domingos diferentes, eran domingos de dejar la tarea hecha, la mochila preparada y la ropa del día siguiente lista para poder llegar a mi casa después del festejo a jugar un rato a ser Manolo Arruza.

    Recuerdo muy bien aquel 10 de Noviembre de 1985 cuando en plena feria taurina el hijo del “Ciclón” realizo una encerrona en Guadalajara, su plaza, con toros de Tequisquiapan. Ese día ante mi insistencia y aprovechando que tenía algunos conocidos, mi papa logro meterme al patio de cuadrillas antes de la corrida. Recuerdo que los nervios eran enormes, y no era para menos: ¡iba a saludar a Manolo Arruza el día de su encerrona! Y así fue que a unos pasos afuera de la capilla de la Nuevo Progreso y teniendo el túnel de cuadrillas y de arrastre como fondo, este escribidor y su hermano pudimos tomarnos una foto con mi ídolo además de saludarlo y desearle suerte. Recuerdo haberlo visto alto e imponente, enfundado en un terno “beige” y oro, se veía serio, concentrado y un poco nervioso, aunque estoy seguro que sus nervios no eran nada comparados con los que este escribidor tenía en ese momento.

    Cabe señalar que este escribidor  es tapatío de nacimiento pero juarense por decisión, y que en el intervalo del cambio de ciudad perdí la huella de la fiesta brava por cerca de 5 años.  Pero una mañana de domingo del verano de 1995 cuando paseaba por la Avenida Paseo Triunfo de la Republica este escribidor pasó por la desparecida Plaza Monumental y vio anunciado a Manolo Arruza al lado de Eloy Cavazos y Teodoro Gómez. ¡Mi ídolo toreaba ese día en Ciudad Juárez! A partir de ese momento y hasta el día de hoy he estado pendiente de todo lo que pasa en el apasionante mundo del toro, siendo días pesarosos para mí  el 14 de Febrero de 1999 y el 8 de Noviembre del 2009, fechas en las cuales Manolo se despidió como torero activo.

    Para cerrar esta “prédica” comentare que en cierta ocasión mientras admiraba en el corral de la desaparecida Plaza Monumental de Ciudad Juárez  los toros que serían lidiados por la tarde me pareció ver a Manolo pasearse por las taquillas de la plaza, así que desde que llegue a la plaza para presenciar el festejo tenía una sola consigna: estrechar la mano de mi ídolo. Y así fue, al término de la corrida  tuve la suerte de poder cruzar con Manolo unas cuantas palabras. De tal forma que este escribidor puede contarse entre las pocas personas afortunadas que han podido estrechar la mano de su “ídolo”.

    “A buen banderillero hay toro en todas partes”.

    Por: José Luis Hernández. Ilustración tomada de Internet
    Jose Luis Hernandez

    Ingeniero Civil. Apasionado de la fiesta brava. Crítico y analista deportivo.


    Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.

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